Corría el año 2001 cuando se introdujo en España la «Píldora del día después» (PDD). Su introducción vino acompañada de una serie de directrices anunciadas por el gobierno del Partido Popular. Se dijo que sería un fármaco que ayudaría a reducir el número de abortos y que su dispensación estaría controlada y regulada de manera fiable.
Pues bien, hay que mencionar el error de base y la falacia que sostenía que la PDD reduciría el número de abortos. Esto, es sencillamente imposible por la propia naturaleza del fármaco. La evidencia médica y los propios fabricantes afirman que la PDD no solo puede actuar de modo antiovulatorio o anticonceptivo, sino que también puede actuar de modo antiimplantatorio, es decir, con carácter abortivo. ¿Cómo sucede? La dosis de la PDD incluye una cantidad altísima de una hormona llamada levonorgestrel, tal cantidad de hormonas actúa de forma agresiva dañando el endometrio e impidiendo que el ser humano ya concebido se adhiera al útero para su desarrollo normal. El embrión de esta forma es expulsado del cuerpo de la madre y el aborto por método hormonal se consuma. A esto debemos añadir los efectos adversos de semejante bomba hormonal para el cuerpo de la mujer. Son muy numerosos y variados, desde nauseas y vómitos, pasando por dolores abdominales y llegando incluso a la desregulación del ciclo y aumento de riesgo de sufrir algún fenómeno tromboembólico.
Ya tenemos claro que la PDD no sólo es una dosis masiva de una hormona que tiene numerosos efectos secundario sino que también llega actuar con carácter abortivo. ¿Cual es el mayor problema? El mayor problema es que desde el año 2001 al 2011 los abortos no solo no se redujeron sino que pasaron de unas 70.000 muertes de no nacidos a 118.000 y la distribución de las PDD pasó unas 160.000 en 2001 a 1.000.000 en el año 2010. ¡Un millón de Píldoras del día después!
Es preocupante ver como se ha adoptado la PDD como un método anticonceptivo más, es impensable el número de abortos que ese millón de píldoras han causado. Esta liberalización masiva de un fármaco que provoca abortos no supone solo la muerte de niños no nacidos y un riesgo físico para la mujer, sino que también daña a la naturaleza humana. Se fomenta desde los gobiernos de turno y las farmacéuticas una cultura del disfrute que ensalza el placer efímero y reniega del compromiso, de la responsabilidad y mutila la capacidad de amar a cambio de un fin lucrativo.
Nosotros debemos apostar por una verdadera educación afectiva y sexual íntegra, que nos permita desarrollarnos de forma libre y ajena a ideologías y voluntarismos políticos que prometen quimeras y crean falsos ideales de felicidad y amor.