Alberto Fuego tiene veinticuatro años y fue en cuarto curso de Derecho cuando decidió dar el paso y ser sacerdote. Hoy estudia en el Seminario Diocesano de Oviedo y al mismo tiempo está terminando lo que empezó entonces.
¿Cómo es un día normal en la Seminario Diocesano de Oviedo?
Depende un poco de cuál sea de la semana, pero básicamente tenemos momentos de oración todos juntos a primera hora, después, durante toda la mañana clases, por la tarde estudiamos y celebramos la Eucaristía, y después de cenar, cada día tiene su plan propio.
Cuéntanos alguna anécdota divertida del seminario
Hace algunos años, un grupo de seminaristas gastaron una broma elaborada a otro de los seminaristas, y decidieron, una mañana que éste seminarista no estaba en el seminario, sacarle todas las cosas de su habitación y reconstruírsela, pieza por pieza, en el patio. Puedes imaginarte la cara del seminarista, al llegar al seminario y pasar, para ir al comedor, por una galería que da al patio donde se encontraba toda su habitación, a excepción de paredes y techo. Por suerte, esa mañana no le llovió y todo estaba intacto. Ni tampoco le llovió por la tarde, la cual gastó en volver a mudarse a su propia habitación, esta vez dentro del pabellón.
¿Por qué decidiste ser sacerdote?
Porque llega un momento en el que sientes que Dios pide “algo” más, pero sin saber exactamente qué es; das el paso, confiando en el ejemplo que dan los testimonios de vida y entrega de tantos hombres que un día sintieron precisamente que Dios los quería para Él, y por Él, para todos
¿Por qué es importante la oración para un cristiano?
Una vez escuche el símil de la guadaña para hablar de la importancia de la oración. Una persona que quiera segar un prado, debe ir al prado con su guadaña para segar, pero si antes de ir no se ha molestado en afilarla bien, difícilmente podrá hacer su tarea. Lo mismo los cristianos. Nuestra tarea es la de ser santos (no “buenos” o “de los que no hacen cosas malas”, que para eso ya están los no-cristianos), y es imposible para cualquiera. Es algo que solo se alcanza por “contagio”, y se contagia al lado del Único que es Santo.
¿Vale la pena entregar la vida por los demás?
¿Vale la pena el dinero que se ahora por el solo hecho de ahorrarlo? No. Solo tiene sentido si se va a gastar. De lo contrario serías un avaro o tendrías algún problema. De la misma forma, la vida solo merece la pena vivirla gastándola, solo al gastarla por los demás, pues la riqueza del hombre, y su felicidad, está en darse. Quien alguna vez ha puesto a los demás por delante de sí mismo sabe a lo que me refiero. No es fácil, pero es que lo que vale la pena siempre nos cuesta.
¿Qué aporta un sacerdote hoy a la sociedad?
El sacerdote ha de ser para todo aquel que se le acerca las manos de Dios misericordioso. No es que el sacerdote sea el tipo de persona más “maja” del mundo, sino que en él deposita Dios sus tesoros, y por medio de él, y también del resto de bautizados, se hace presente para el mundo. Un mundo que hoy, y cada vez más, necesita con urgencia de la misericordia del corazón Dios, del consuelo de su palabra, de la paz de saberse hijos suyos, hijos de Dios, y no meras casualidades.
¿Por qué eres cristiano?
Porque Cristo a salido a mi encuentro. Si soy sincero, primero por haber tenido la suerte de haber nacido y crecido donde lo he hecho, dentro de una familia cristiana, con unos padres que quisieron que sus “segundos mayores tesoros”, sus hijos, participáramos y viviéramos de su “mayor tesoro”, la fe. También, por haber tenido a mí alrededor personas que dieron testimonio con su vida, generando en mí el deseo de ser útil a los demás. Pero sobretodo, a partir de esto que es cimiento puesto en mí, soy cristiano ahora porque me he encontrado con Jesucristo, o mejor dicho, “me lo he encontrado buscándome Él a mí en mi propia vida”.
Alberto, tú que le has entregado todo a Dios, ¿qué le dirías a alguien que se está planteando entregar su vida los demás, en la Iglesia?
Ojalá lo entregara todo. Estoy en ello, pero ¡cuánto falta! De todas formas, poco a poco, o mejor, a la velocidad de Dios. En cuanto la recomendación, no sé si seré la persona más indicada, pero como lo pides, no voy a hacer un feo.
Lo que yo opino es que la Iglesia es tremendamente rica en carismas y en “formas” de entregarse, así que lo que se debe de hacer es buscar, porque seguro que se encuentra. Una vez que una persona está dispuesta a buscar, antes o después, se le presenta su camino para la felicidad. Nunca se ha de tirar la toalla. Después de ver esa “forma” de ser feliz llega el momento de aceptarla, de acogerla. Habrá personas que se lancen enseguida y deban de ponerse un poco de freno, y habrá otras que, lógicamente, les produzca tal vértigo que se vean incapaces de actuar. En cualquiera de los casos, es ante Dios, ante el Sagrario, donde uno puede discernir y acoger el plan de felicidad que Dios mismo ha pensado para él.
Quedan unos días para Navidad, ¿qué nos recomiendas?
Es un momento del año en el que a todos nos resulta bastante fácil distraernos con mil cosas y olvidarnos de lo importante. Por eso, hay que tener a mano una piedra de toque para cada una de las dimensiones de nuestra vida: Dios, los demás y uno mismo. Para con Dios, sería muy bueno para uno que, durante éste tiempo que resta hasta la Navidad y durante toda ella, conseguir tener un rato de oración (cada uno sabrá cuánto) al día delante del Belén. Para con los demás, en unas fechas así, a un cristiano se le hace imprescindible poner en práctica su caridad: Cáritas agradecerá unas manos que estén dispuestas a amar a los demás. Y para uno, recordar que es Dios el que viene a nosotros, no cada uno, en solitario, con su único esfuerzo personal, quién ha de llegar hasta Dios. Así que en estos días, si no hay otras obligaciones que lo exijan, han de ser días de descanso y de disfrutar de la familia, don de Dios para cada uno.