Lucía Martínez Alcalde es portavoz de Arguments y a su vez estudiante de Filosofía y Periodismo en la Universidad de Navarra, el año pasado publicó su primer libro, Me debes un beso (Palabra).
Buenas tardes, Lucía, ahora que quedan solo tres días para la JMJ de Río de Janeiro, ¿volverás a sacar tu “polo verde”? El polo verde es el que identificaba a los voluntarios de la pasada Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar en Madrid.
– No volveré a sacar el polo verde en el sentido de que este año no voy a la JMJ de voluntaria sino de peregrina. Pero como escribí cuando se cumplía un año de la JMJ de Madrid: “el polo verde es una actitud”, una actitud de servicio, de estar ahí para los demás, de ayudar a que los demás recen y se acerquen a Dios; y en este sentido, es algo que intento vivir día a día, aunque la JMJ siempre es un buen momento para “recargar las pilas” y volver a ilusionarse con hacer cosas grandes.
¿Cómo explicarías qué es la JMJ a alguien que no ha oído hablar de ella?
– Es un encuentro de millones de jóvenes de diferentes países y culturas distintas con algo muy importante en común: su fe en Jesucristo, y nos reunimos con su representante en la tierra, el Papa, para celebrar esa fe, escuchar lo que Jesús a través del Papa quiere contarnos, lo que espera de nosotros. Pero no es una fiesta sólo para “creyentes”: está invitado todo aquel que tenga el corazón inquieto y quiera cambiar el mundo: seguro que en una JMJ encuentra muchas pistas sobre cómo hacerlo.
Voluntaria, una peregrina más especial, ¿cuál es tu mejor recuerdo de la JMJ en Madrid?
– Fue la primera JMJ a la que asistí como voluntaria y fue una experiencia increíble. Muy intensa y agotadora, pero que nos enseñó de manera práctica que la verdadera alegría está en el servicio a los demás. La gente nos cuidaba mucho a los voluntarios: botellas de agua, cafés, aplausos, agradecimientos… Con todo el trabajo que teníamos, los momentos de poder rezar con calma delante de la Eucaristía eran como un oasis, ahí cogías fuerzas para todo el día. Los recuerdo con muchísimo cariño: en la capilla del parque del Retiro que llevaban las monjas de la Madre Teresa de Calcuta; en el Palacio de Deportes… y sobre todo, en la Vigilia en Cuatro Vientos, junto al Papa.
En la carta que nos escribió el Papa Emérito Benedicto XVI para preparar la JMJ de Río de Janeiro decía: “Cuando más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuando más hablamos con él, más deseamos hablar con él. Cuando más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros a él”, ¿por qué la Oración?
– La oración es imprescindible para un católico. Como nos recuerda el Papa, ahí es donde conocemos a Cristo, y no podemos amarle si no le conocemos. Es como cuando nos presentan a una persona e intuimos que es especial y que puede formar parte importante en nuestra vida: tenemos muchas ganas de saber de ella, conocer detalles de su vida, preguntamos a otros por ella… pero como realmente la conocemos es en el “cara a cara” y compartiendo momentos, buenos y malos. Si no contamos con Dios en nuestro día a día es difícil que lo llevemos a otros. Pero cuando Le descubrimos y nos dejamos “enganchar” por Él, es fácil que eso se vea reflejado en nuestra vida: con nuestros hechos y con nuestra palabra.
Filósofa, ¿cuál es el sentido de la vida?
– Creo que podría decirse que el sentido de la vida es la vocación, lo que quiere Dios para nosotros, lo que espera de nosotros. Sólo siguiendo ese camino que Él ha pensado para cada uno es como podremos ser realmente felices. “¿Qué quiere Dios de mí?” es una pregunta ineludible para descubrir el sentido de nuestra vida, pero también en cada momento del día debemos preguntarnos: “¿Qué espera el Señor de mí en esta circunstancia concreta?”, para saber si estamos cumpliendo la voluntad de Dios hasta en las cosas más pequeñas (pequeñas en apariencia, porque como decía la Madre Teresa de Calcuta: lo pequeño, hecho por amor a Dios, es muy grande).
Muchas gracias, Lucía, @Católicos_es solo está empezando, pero tiene un horizonte enorme, danos un mensaje de ánimo.
– Enhorabuena por el proyecto. Siempre son necesarias iniciativas que quieran acercar a Dios a las personas (y a las personas a Dios). Yo os diría que tengáis siempre ese horizonte enorme, que soñéis con metas altas, y que cada cosa que hagáis vaya acompañada de buenas dosis de oración, porque, al final, el que lo hace todo es Él.